La Ciega de Manzanares; la poetisa de la mancha




Fotografía de la poetisa
El título de la entrada ya muestra las claves del personaje que voy a tratar. Seguro que a mucha gente les choca el imaginarse que una pobre invidente decimonónica fuera poetisa, más aun con cierto reconocimiento. A esos les aconsejo que desechen ese prejuicio de su mente, pues mientras exista un gran espíritu de lucha y superación, el concepto de lo imposible se hace mucho más estrecho. Y qué mejor manera de demostrarlo que a través de la historia de María Francisca Díaz-Carralero Rodelgo, la heroína romántica de Manzanares.

Un 10 de octubre de 1818 les nacía, en la localidad manchega, otra hija a la humilde pareja, sus nombres eran Juan Bautista Díaz-Carralero y Francisca Rodelgo. Desde muy temprano se percatan de que la niña ha sido privada del sentido de la vista. Que criatura más indefensa -pensarían- mujer, pobre y ciega, menudo futuro le aguardaba.


Pero la situación aun hubo de torcerse más; cuando Francisca aun no ha cumplido los dos años fallece su padre, y casi nueve años después, su madre. Tras lo cual marcha a vivir con su hermana mayor, Juliana, que en la práctica será su auténtica madre.

Parece ser que tanto su discapacidad, como su paupérrima situación económica no le impidieron progresar y cultivarse. Se cuenta que cuando era niña escuchaba las lecciones que un padre jesuita impartía a sus alumnos, desde una ventana. El hombre, admirado, quizás, por la autodeterminación de la joven, le permitió la entrada; brindándole así la posibilidad de adquirir conocimientos. Con lo que aprendió a dominar el latín y a tener una cultura general más que aceptable, superior a la de muchas de sus vecinas, incluso las de clase alta.

La primera referencia que tenemos de su capacidad de “improvisar” poemas, nos la narra Fray Gerundio en el año 1841.Según nos cuenta, al llegar a Manzanares, y mientras se paraba para cambiarle el tiro al coche, escuchó a alguien que le saludaba. Gran sorpresa se llevó, cuando, volviendo la mirada en busca de su interlocutor se encontró con una joven harapienta, sucia y ciega. Al poco, la muchacha comenzó a regalarle tres décimas, totalmente improvisadas sobre la marcha, según el testigo.

De las cuales Fray Gerundio solo registró la primera:

Según se me ha notificado

¡y ojala que fuera así!

Me han dicho que viene aquí

Un hombre muy ilustrado,

Retrato de Francisca Díaz-Carralero, obra de Vicente Urrabieta Ortiz

Fr.Gerundio, el celebrado

De escritor independiente;

Que extrañará ciertamente

Mi pobre composición;

Pero que su discreción

La recibirá indulgente

                                         Y un poco de la segunda:

¡Ojala leer pudiera

Tu papel tan deseado

Que tengo aquí muy grabado:

Más yo quisiera saber

Cómo ha de permanecer

Tirabeque tu criado



También por esas fechas se encontraba de viaje por la península el escritor y filósofo inglés George Borrow; entre otras cosas para cubrir la primera guerra carlista como corresponsal del Morning Herald. Es en su libro “La Biblia en España” de 1843, donde nos ofrece un lúcido retrato de la “Profetisa Manchega” como él mismo la bautizó.

George Borrow
El cuenta como, estando en la plaza del municipio, hablando -en latín- con el párroco, se le presenta entre la multitud una joven de aspecto sucio y espantable; era una jovencita de unos dieciocho años, alta, con el cabello y piel muy oscuros. Lo que más le sorprende de su físico son esos enormes e inmóviles ojos ciegos, que daba al conjunto de su fisonomía cierto aire inquietante. Mas atónito se quedó cuando la pordiosera comenzó a hablarle en un latín “extremadamente bueno”, como el mismo asegura. Como es lógico, el sorprendido George quiso saber como había aprendido aquella lengua tan difícil y sobre todo culta.

Francisca no solo le reveló el secreto de su educación, si no que, al saber que era inglés comenzó a transmitirle sus propios conocimientos que tenía sobre su país, de lo mucho que admiraba a Tomás de Cantorbery, o hablándole de lugares como Britannia (Anglia) y Terra Bética (Terra Vandálica). Con lo que, de alguna forma, consiguió hechizar al cultivado George Borrow y a todos los que escucharon su narrativa, ya que al final del acto, la joven hizo una colecta, y hasta el más pobre le dio algo de dinero.


Hombres ilustres como Théophile Gautier, Alexandre Dumas, o Juan Valera también sucumbieron al carisma de esta pobre mendiga, y por que no, al encanto de sus espontáneos poemas.

Su fama era tal en el país, que en septiembre de 1850, es invitada a Madrid por el colegio de Sordomudos. Donde dejó con la boca abierta a todos los presentes al comprobar, que por el tacto, era capaz de reconocer todas las letras, incluso la unión de las sílabas.

En la capital española es donde se produjo el encuentro de tan admirada manzanareña con la célebre poetisa Carolina Coronado, mujer excepcional, con una existencia ensombrecida por diversas tragedias. La reunión se produjo en el prestigioso salón que la bella extremeña tenia en la Villa y Corte. Carolina se mostró entusiasmada por conocer a tan encantadora mujer, y para demostrárselo, le obsequió con un volumen de sus poesías, y abriéndole una suscripción a su favor. Francisca, haciendo gala de su talante humilde, expresó más emoción por el libro, que por el dinero.



Llegó a ser tan admirada y respetada, que el Sr. Roca de Togores, le escribió al comisario de cruzada, para que le concediera una pensión a la desvalida ciega. Gracias a la cual, Francisca consiguió superar sin demasiadas estrecheces sus últimos años, falleciendo en su pueblo natal un 26 de julio, del año 1894.

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