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Mostrando entradas de febrero, 2018

Lord Waterford; el marqués loco.

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Entre la bruma londinense se aproxima una joven doncella, la cual se dirige desde la casa de sus padres, a trabajar a la de sus empleadores. Esta mujer, que se llama Mary Stevens, percibe que aquella noche de octubre el ambiente está más enrarecido de lo normal. A pesar de que la sombría nebulosa recubre todo el escenario, no es eso lo que la aterra; se siente vigilada, seguida, como si un gélido aliento soplara en su nuca mientras camina. Le produce algo de reparo atravesar el gran parque de Clapham Common; a estas horas se ha convertido en una inmensa boca negra de 89 hectáreas. No queda otra que armarse de valor y proseguir su camino, pues llega tarde. Al instante de cruzar, una alargada sombra negra salta sobre ella y la inmoviliza. La fantasmal criatura que emite una risa chillona y burlona, le besa la cara con nerviosismo mientras le rasga la ropa para tocar todo su cuerpo con sus helados dedos. Desesperada grita, grita y grita hasta que el personaje, temiendo ser descubierto,

María Walewska; la esposa polaca

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Nacida Maria Laczinska en Kiernozia (Polonia), el 7 de Diciembre de 1786. Su familia pertenecía a la nobleza polaca, por lo tanto disfrutó de una niñez desahogada y feliz junto a sus cinco hermanos. Todo cambió cuando el día 10 de octubre de 1794, los polacos se levantaron contra sus invasores rusos, en la batalla de Maciejowice. El padre de nuestra protagonista, Mateo Laczinski, terrateniente y alto funcionario, que además era conocido por su valerosidad, participaba en la contienda. Perdieron la lucha contra el Imperio ruso y Mateo resultó herido de gravedad, lo que le ocasionó la muerte. La situación no podía ser más penosa, Eva Laczinska, quedaba viuda con seis hijos y con graves dificultades económicas. Por suerte los Laczinski encontraron un preceptor francés, Nicolas Chopin, padre del que fue gran compositor y pianista Frédéric. Era un hombre de gran sensibilidad, que enseño a la joven Maria su idioma, pero poco le duraba a la familia la buena suerte, pues el buen hombre tuv

Julia Fons; la reina del Eslava

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Nos encontramos a últimos del siglo XIX en la bruñida ciudad de Sevilla. En la alegre calle de Trajano una niña de cinco años observa, enamorada, entre las flores del enrejado balcón de su morada aquel desfile de brillos, telas, lujo y fastuosidad que se concentran en el Teatro Cervantes. Aquella criatura inquieta se imagina, en esos placenteros momentos, formando parte de esa lluvia de estrellas que transita por la puerta trasera del edificio. Deslumbrada ante la sugestiva miscelánea de aquel universo paralelo, de ese Edén terrenal en donde parecen ahogarse las desdichas mundanas, se le incuba, en aquellos días, la tenia de la fama, el deseo de convertirse en una lumbrera que completara el enorme firmamento de artistas patrios. Se llamaba Julia, Julia Fons de Checa. Sus chispeantes ojos habían visto la luz sevillana por primera vez un caluroso 27 de agosto de 1882. Nació en una acomodada familia afincada en la "Perla del Betis" como el último vástago del director d