Hu Tianbao; el dios conejo del amor homosexual.

El personaje de la siguiente entrada difiere de los anteriores en cuanto a su naturaleza intrínsecamente mítica. Si bien, todo personaje histórico esta cubierto de una corteza de fantasía que la leyenda popular ha ido añadiendo con el paso del tiempo, engrandeciendo a la persona en sus virtudes y defectos. La figura de Hu Tianbao es, en realidad, la encarnación misma de un mito, el ser humano que tras una muerte violenta logra trascender en su naturaleza hasta convertirse en un dios. Es, en concreto,  una figura de fábula que, aunque pudo haber existido, se la menciona exclusivamente en una recopilación de historias del folclore chino recogidas por el erudito Yuan Mei (Dinastía Qing).

 Esta selección de leyendas tiene el titulo de "Lo que no dijo el maestro", el cual está escogido de un pasaje de los Debates de Confucio. Aquí se nos presenta el personaje de Hu Tianbao como un joven nacido en los comienzos de la Dinastía, hacia el año 1644, en el epicentro de la provincia de Fujian, en la ciudad de Fuzhou. Este chico vive una pasión secreta hacia el guapo inspector imperial que había sido designado a la provincia. Es un amor irracional que lleva a Tianbao a perseguir al objeto de sus deseos a cualquier parte donde este se encuentre. Tanto es así, que al joven dejaron de importarle los peligros a que su conducta le pueda exponer, olvidándose de sí mismo por estar cerca del magistrado. Con el paso del tiempo, aquella pasión contenida necesitó liberarse de algún modo y en una de aquellas ocasiones cuando el apuesto caballero tuvo que  ausentarse al baño para cumplir con alguna necesidad fisiológica, nuestro protagonista aprovecha para seguirlo a hurtadillas; anhelando satisfacer su reprimido deseo de contemplar la desnudez de su amado. Pero, pronto, la dulce miel que pudo saborear en ese momento de voluptuosidad se transformaría en la hiel mas amarga que jamás pudo imaginar. Mientras permanecía absorto observando la escena por una rendija, fue sorprendido por los guardias del noble, quienes lo apresaron inmediatamente. 

Tras varios ciclos de tortura donde su cuerpo era molido a golpes por cañas de bambú, con el objeto de que confesara la razón del espionaje, el joven expresó que el único crimen del que podía responder era el amor. Aquel sentimiento era lo único que había inspirado en él los deseos de penetrar en la intimidad del inspector, suplicando que no deberían castigarse los actos del corazón. Tras ser informado el magistrado de lo sucedido, en un gesto de absoluta frialdad ordenó que incrementasen el rigor de la tortura hasta que Hu Tianbao cayera muerto. Así terminó la aventura de este joven osado, que solo supo guiarse por su corazón, sin sospechar que un acto tan puro para él pudiera constituir en un crimen para otros y, mucho menos, ocasionarle la muerte.

Pero este es solo su final en cuanto a criatura mundana; la madeja de su mito apenas se ha deshilvanado. Poco después de su asesinato, un anciano del pueblo se convierte en receptor de una singular teofanía. Una noche, en sueños, se le manifiesta la figura de un conejo joven, el cual se presenta como Hu Tiambao, quien viene a traerle el siguiente mensaje:


"Aunque fue inapropiado espiar a un hombre, solo lo hice por razones del corazón, que no debieron ser castigadas con la muerte. Ahora el juez de la Prefectura Oscura (Inframundo) me ha asignado dios de los conejitos (nombre que recibía en china el mas joven de una pareja gay), para interceder en el amor entre hombres: tendrás que construir un templo en mi honor. "

El buen hombre puso en conocimiento común la encomienda de la nueva deidad y, entre varios ancianos de la ciudad recaudaron fondos para erigir aquel templo, el primero de muchos. Su culto fue expandiéndose por toda la provincia a gran celeridad, convirtiéndose en una deidad muy popular. Por esa época, también, comenzaron a formarse vínculos entre hombres, similares a las relaciones homoparentales del mundo grecolatino. Donde un hombre maduro se hacía cargo de la educación de otro mas joven, que frecuentemente incluía un fuerte lazo afectivo-sexual. En ambos casos, esa unión nunca era de por vida, una vez el joven hubo alcanzado la plena madurez marchaba a formar su propia familia y, en un futuro, hacer lo propio con otro joven. Esto podría significar que la deificación de nuestro personaje fuera un mero intento de dar un respaldo mitológico a estos vínculos. 


A pesar de que la sociedad china había presentado una relativa tolerancia hacia las sexualidad, a finales de la Dinastía Qing, conforme el imperio se occidentalizaba, iba adoptando una moral mucho mas conservadora como  para que el culto al dios conejo acabara siendo un estorbo. Lo que supuso que, se ejerciera gran presión por parte del gobierno para que se abandonara la practica del mismo. Concretamente, Zhu Gui, recaudador de impuestos sobre el grano en la provincia de Fujian, se tomó personalmente la tarea de abolir lo que él consideraba como prácticas licenciosas. Ese hombre sostenía que las personas que acudían al lugar para encontrar el amor eran seres degradados, viciosos que adoraban un lujurioso ídolo de yeso, consistente en una figura adulta de canosa barba entrelazada a otra mas delicada que representaba a un efebo imberbe. Tras la oración, el icono era untado en el morro con intestinos de cerdo y azúcar como signo de gratitud. El rechazo y, tal vez, los prejuicios del recaudador le llevaron a dejar esta descripción, así como a romper varias de estas estatuillas. 

No fué hasta la llegada de la República Popular de China cuando la memoria de Hu Tiambao cayera en el mas profundo de los ostracismos. Pues el gobierno había prohibido categóricamente cualquier expresión pública homosexual. No es hasta el 2006 cuando acontece un resurgimiento de su culto en Taiwán, considerado el estado asiático mas tolerante en materia de diversidad sexual. Surgiendo como una manifestación inanimada de una visibilidad opacada por milenios de intolerancia. Un personaje que hace de la religión una corriente mas inclusiva. Han pasado muchos años desde que Hu Tiambao suplicara el perdón alegando razones del corazón, pero aún hoy seguimos reivindicando nuestro lugar en el mundo con el mismo eslogan: "amor es amor". Ninguna razón puede justificar el rechazo por algo tan simple, sencillo, e imprescindible como la libertad para poder ser tu. 

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