María de Salinas; la amiga fiel.
Desde el puerto de Laredo, zarpa una pequeña embarcación rumbo a Inglaterra. En ella se encuentra una joven pasajera procedente de Álava, María de Salinas, la cual mira entristecida como a la par que se aleja la orilla, quedan aún más en lontananza todo cuanto conoce, incluida su familia. Con solo trece primaveras ha sido escogida para sustituir a una de sus primas como dama de compañía de la infanta Catalina, la hija más joven de los reyes Fernando e Isabel. La chica es acompañada en el trayecto por algunos nobles más, con los cuales va a engrandecer la reducida corte de la princesa viuda de Gales.
Desde el fallecimiento del príncipe Arturo el 2 de abril de 1502, Catalina mantuvo firmemente que el matrimonio jamás había sido consumado; por ende canónicamente era invalido. En el momento de la boda, los Reyes Católicos habían efectuado sólo el pago de la primera parte de la dote, con lo que al ser un enlace nulo no tendrían por que retribuir el pago íntegro; además estaban en su derecho de reclamar la primera parte. Desde este mismo instante se dio paso a una pugna entre los monarcas de ambos reinos, tiempo en el cual Catalina había pasado a vivir prisionera de su suegro, Enrique VII, subsistiendo gracias a las miserables porciones de alimento y pecunia que aquel se dignaba a ofrecerle. A raíz de esto, los sirvientes de la princesa no tardaron en mermar por aquella situación, algunos fueron destituidos, otros, como la prima de María, regresaron a España. Para llegar a un acuerdo se pactó el compromiso entre la joven y el príncipe Enrique, hermano menor de Arturo; el cual era algo más de cinco años menor que su cuñada. Pero allí el tiempo parecía transcurrir a un ritmo demasiado pausado, mientras la princesa permanecía inmersa en un limbo del cual nadie se prestaba a rescatarla.
La infanta que María se encuentra era una mujer de aspecto dulce, de tez pálida y cabellera cobriza, la cual se mostraba un tanto desconfiada, orgullosa y distante. Había sido traicionada por algunos de los integrantes de su casa, incluidos el embajador castellano y la jefa de sus damas de honor, por lo que había aprendido a guardarse de las personas de su servicio, pues solo buscaban su propio interés. Aunque no llegaba a los dieciocho años estas primeras amarguras la habían hecho madurar muy rápido. María era una chica de talante alegre, animoso y decidido. Su vitalidad no tardó en caer en gracia a Catalina. Aun siendo esta de carácter reservado, poco a poco fue confiando más en ella. En lo más profundo de su corazón necesitaba aquel hombro en que consolarse de todas aquellas circunstancias adversas que la afligen, pero aún le faltaba más tiempo para poder mostrarse ante ella sin filtros.
Apenas ha transcurrido un año de la llegada de María a Inglaterra cuando desde Castilla llega una noticia terrible. La Reina Isabel, madre de Catalina, ha muerto dejando a la infanta en una situación aún más desprotegida de la que se encontraba. A partir de ahora, su situación pasaba a ser competencia exclusiva de su padre el rey de Aragón, ya que los nuevos monarcas de Castilla, su hermana Juana y su esposo, antepondrán los intereses matrimoniales de sus hijos al suyo. En estos días María tendrá la oportunidad perfecta para ganarse definitivamente la confianza de su señora. La entristecida princesa se siente aún más sola, las palabras de pésame le suenan huecas, solo puede pensar en que está abandonada a su suerte en un país extraño víctima de la tacañería de sus familiares reales y políticos. La joven dama sabe que hacer para ofrecer a Catalina una válvula de escape. Con su alegre conversación logra distraerla por momentos, también ella se encuentra en una situación parecida, y aun peor. A María no le espera un lujoso porvenir como reina en ningún país, ella se debe a su señora, está obligada a acompañarla en sus glorias y en sus desdichas sin contar con ninguna recompensa asegurada. De esta manera establecen un punto de encuentro, consiguiendo que ambas empaticen. Desde ese momento pasa a convertirse en más que una simple dama, en su cómplice.
Enrique VII |
Pero es cierto que aun contando con la amistad de Catalina, esta le es disputada por el confesor de la infanta, el cual se aprovecha de su seductora apariencia para engatusarla de alguna manera, para poder manipularla y obrar por ella. La inteligente María comprende que la mejor forma de luchar contra eso es no enfrentarlo directamente, ni hablar mal de él en público. Solo tiene que ser honesta, natural y servicial en todo momento para hacerse indispensable para Catalina. Entre los dos forman la camarilla de la princesa viuda, ofreciendole cada uno un apoyo distinto, pero ninguno sustituible. Además en un primer momento, el rey Enrique VII se compadece de Catalina por lo que comienza a dispensarle un trato más digno. En este tiempo María empieza a tratar a la hija menor del monarca, María Rosa, con la que comenzará a trabar también una amistad. De este modo las tres jóvenes pasan divertidos momentos en la corte, donde comparten juegos, confidencias y risas.
Todo se trunca cuando el príncipe Enrique renuncia al compromiso con la infanta española. Para muchos detrás de esta maniobra se encuentra el propio rey, quien pretende casar a su hijo con otra
Fernando el Catolico |
princesa más rica, ya que Fernando el Católico sigue demorando el pago de la dote por encontrarse arruinado tras los acontecimientos bélicos en Italia. Este duro revés cae como un jarro de agua helada para Catalina la cual ve truncado su futuro, como también ve todos sus sacrificios borrados de un plumazo, como si no hubieran servido de nada. De nuevo es obligada a vivir apartada, con apenas recursos con los que mantener a las personas a su cargo. Tan mal se pone la situación que Fernando mandó llamar a su hija de vuelta a España. Justo en ese momento, el 21 de abril de 1509 fallece el rey Enrique VII.
Contra todo pronóstico, cuando Catalina y su séquito preparan el retorno a su país, el nuevo monarca decide que no se casará con ninguna otra mujer que no sea la infanta. Mujer a la que ya conocía y por la que sentía una sincera atracción. La boda se celebra con celeridad el 11 de junio, para que así ambos puedan ser coronados juntos. María es testigo de excepción de estos acontecimientos, pues a pasado a ser la jefa de damas de la reina. Cabalgando detrás de la soberana en su entrada en la catedral donde seguramente deslumbró a todos con su hermosura, pues se dice que María poseía una belleza deslumbrante.
María se había adaptado perfectamente a la vida en Inglaterra, tenía muy claro que para conseguir que el nuevo monarca Enrique VIII la siguiera manteniendo en la corte se debía anglicanizar al máximo. Consiguió relacionarse bien con los principales nobles del país, los cuales no eran inmunes a sus atractivos, pero ella rechazaba amablemente cada cortejo. En esos primeros años la reina Catalina era la principal consejera de su marido, a la vez que María lo era de la soberana. Gracias a ella, Catalina logró superar los tempranos reveses producidos por sus primeros embarazos fallidos. Como también la consoló cuando comenzaron a filtrarse rumores de infidelidad por parte del monarca. La presencia de María en la corte comenzaba a ser imprescindible, prueba de ello está el hecho de que fuera ella la madrina de bautismo de una de las hijas mayores de Charles Brandon, duque de Suffolk, el mejor amigo de Enrique VIII.
Enrique y Catalina |
Pronto en el matrimonio real interfirió la influencia de una tercera persona, pero no se trataba de ninguna amante, si no de el intrigante cardenal Wolsey, quien había sido nombrado canciller del reino. Este hombre inteligente, de mente maquiavélica estaba dispuesto a usar la nacionalidad de la reina para enfrentarla a Enrique y así dejarla fuera de combate en cuanto a influencia. Por eso María sabiamente aconsejó a Catalina priorizar los intereses ingleses sobre los españoles. Pues conocía perfectamente que Fernando no era de fiar y en cualquier momento podría dejar vendida a su hija. Aún no había logrado dar un heredero al país, lo más inteligente era actuar como una verdadera reina inglesa para que su pueblo la amara como tal. A causa de esto el embajador aragonés consideró a María una influencia perniciosa que debía de ser arrancada de Inglaterra de inmediato. Esta táctica se vio truncada ante la rotunda negativa de la reina, que no estaba nada dispuesta a perder a su gran amiga.
Tras varios intentos los soberanos lograron traer al mundo una niña sana el 18 de febrero de 1516, a la que nombraron María, la futura reina María I. Después de esto María de Salinas pensó que la posición de Catalina ya estaba más afianzada en el país y que era el momento de formar ella misma una familia. Entonces decidió aceptar la propuesta de un rico viudo varios años mayor que ella, se trataba de William, barón Willoughby de Eresby. Con motivo del enlace la reina dotó generosamente a su amiga con la nada despreciable cifra de 1.100 marcos, mientras el rey les regaló el espectacular castillo de Grimsthorpe, situado en Lincolnshire donde William ya era el más próspero terrateniente del lugar. La boda fue celebrada el 5 de junio.
Catherine, hija de María |
Al año próximo la soberana quiso que María la acompañara a Francia donde el rey Francisco I les había invitado. En ese momento pudo presenciar el espectacular escenario que este monarca creó con ocasión del evento, pues en un terreno campestre había mandado colocar una serie de tiendas y casetas hechas a base de finas telas como damascos o paño de oro. En este encuentro diplomático ambas cortes rivalizaron en lujo y ostentación, pasando a la historia con el nombre de Campo de la tela de oro.
En 1522 el rey decidió honrar los años de amistad sincera que la baronesa le profesaba a su esposa nombrando un buque de guerra en su honor, el Mary Willoughby. Ese día debió de ser uno de los más especiales de su vida.
Ana Bolena |
En el transcurso del proceso, el marido de María muere en su propiedad de Lincolnshire el 14 de octubre de 1526, dejando a su hija Catherine como única heredera de sus propiedades y título. Tras el deceso, el hermano de William, Christopher, inició un litigio con la viuda María por la herencia. Dado que su amiga la reina no podía ayudarla al estar involucrada en su proceso de nulidad, decidió acudir a su otra amiga la princesa María Rosa, quien por ese momento estaba casada con Charles Brandon, el gran amigo del rey. Los cuales se convirtieron en protectores de la pequeña Catherine, comprometiendo a la niña con su hijo mayor. Obteniendo la protección del duque de Suffolk su cuñado no se atrevería a toserle.
Charles Brandon |
Después de los litigios con el Papa, el rey rompió con Roma para crear su propia iglesia y poder divorciarse, creando la Iglesia Anglicana. Tras lo cual se declaró nulo su matrimonio con Catalina y válido el contraído en secreto con Ana meses atrás. Después se celebró la magnífica coronación de la nueva reina a la que María no asistió.
Tras las muertes de la princesa María Rosa y de su primogénito, Charles Brandon se encaprichó de su joven protegida Catherine, de solo catorce años. El duque no se lo pensó dos veces en solicitar su mano a la madre de la joven, la baronesa María. Esta, a pesar de la diferencia de edad no se espanto en ningún momento y consintió el enlace. Ahora que su amiga Catalina había caído en desgracia le venía muy bien convertirse en la suegra de uno de los caballeros más poderosos del reino. De esta manera se protegen tanto ella misma como su hija de las posibles iras de la familia Bolena, quienes quieren acabar con toda muestra de lealtad a la antigua reina, la cual había sido muy querida.
María encontró a su amiga muy débil, apenas tenía fuerzas para mantenerse en pie, vomitaba todo cuanto tomaba. Pero los cuidados de María hicieron que recuperara el ánimo, se incorporara y ella misma se acicalara el pelo. A pesar de eso, sabía que su fin estaba cerca con lo que dicto a María sus últimas voluntades así como una carta de despedida a su exmarido Enrique. Poco antes de las dos de la tarde del 7 de enero de 1536, Catalina dejó de existir en los brazos de la más tierna amiga que cualquier persona pudiera tener. La cual había arriesgado su pellejo para evitar que muriera sola como un perro.
María y su hija la duquesa de Suffolk fueron las encargadas de presidir el cortejo fúnebre de esta gran reina hasta la abadía de Peterborough donde fué sepultada. Al embalsamar el cuerpo de Catalina se encontraron sus órganos sanos a excepción del corazón que estaba negro, con un aspecto desagradable. Entonces se pensó que se debía a algún veneno, pero hoy en día se cree que pudo ser causado por un tumor en el corazón.
Después de enterrar a Catalina, muy apenada se retiró a una de sus propiedades situadas en la capital, en concreto en el barrio de Barbican. Allí vivió el proceso contra Ana Bolena acusada de adulterio, el cual la llevó al cadalso meses después, el 19 de mayo. Vivió en esta residencia apaciblemente por tres años más hasta su fallecimiento en mayo de 1539.
Después de su muerte circuló la leyenda de que fué sepultada en la misma tumba que Catalina. Pero en 1888 al abrir la tumba de esta se aclaró que no había ninguna persona más enterrada junto a ella. Lo mas seguro es que recibiera sepultura junto a su esposo.
A través de su hija tiene numerosos descendientes en la actualidad, entre ellos los príncipes Guillermo y Enrique de Reino Unido. Lo cual es curioso pues teniendo en cuenta el deseo de Enrique VIII por dar un heredero al trono, es irónico que el próximo monarca británico no sea su descendiente, si no de aquella joven doncella española, la cual llegaba a Inglaterra para servir a la futura reina como dama de compañía.
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