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Hu Tianbao; el dios conejo del amor homosexual.

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El personaje de la siguiente entrada difiere de los anteriores en cuanto a su naturaleza intrínsecamente mítica. Si bien, todo personaje histórico esta cubierto de una corteza de fantasía que la leyenda popular ha ido añadiendo con el paso del tiempo, engrandeciendo a la persona en sus virtudes y defectos. La figura de Hu Tianbao es, en realidad, la encarnación misma de un mito, el ser humano que tras una muerte violenta logra trascender en su naturaleza hasta convertirse en un dios. Es, en concreto,  una figura de fábula que, aunque pudo haber existido, se la menciona exclusivamente en una recopilación de historias del folclore chino recogidas por el erudito Yuan Mei (Dinastía Qing).  Esta selección de leyendas tiene el titulo de "Lo que no dijo el maestro", el cual está escogido de un pasaje de los Debates de Confucio. Aquí se nos presenta el personaje de Hu Tianbao como un joven nacido en los comienzos de la Dinastía, hacia el año 1644, en el epicentro de la provincia de...

María de Salinas; la amiga fiel.

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Desde el puerto de Laredo, zarpa una pequeña embarcación rumbo a Inglaterra. En ella se encuentra una joven pasajera procedente de Álava, María de Salinas, la cual mira entristecida como a la par que se aleja la orilla, quedan aún más en lontananza todo cuanto conoce, incluida su familia.  Con solo trece primaveras ha sido escogida para sustituir a una de sus primas como dama de compañía de la infanta Catalina, la hija más joven de los reyes Fernando e Isabel. La chica es acompañada en el trayecto por algunos nobles más, con los cuales va a engrandecer la reducida corte de la princesa viuda de Gales.  Desde el fallecimiento del príncipe Arturo el 2 de abril de 1502, Catalina mantuvo firmemente que el matrimonio jamás había sido consumado; por ende canónicamente era invalido. En el momento de la boda, los Reyes Católicos habían efectuado sólo el pago de la primera parte de la dote, con lo que al ser un enlace nulo no tendrían por que retribuir el pago íntegro; además ...

Lord Waterford; el marqués loco.

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Entre la bruma londinense se aproxima una joven doncella, la cual se dirige desde la casa de sus padres, a trabajar a la de sus empleadores. Esta mujer, que se llama Mary Stevens, percibe que aquella noche de octubre el ambiente está más enrarecido de lo normal. A pesar de que la sombría nebulosa recubre todo el escenario, no es eso lo que la aterra; se siente vigilada, seguida, como si un gélido aliento soplara en su nuca mientras camina. Le produce algo de reparo atravesar el gran parque de Clapham Common; a estas horas se ha convertido en una inmensa boca negra de 89 hectáreas. No queda otra que armarse de valor y proseguir su camino, pues llega tarde. Al instante de cruzar, una alargada sombra negra salta sobre ella y la inmoviliza. La fantasmal criatura que emite una risa chillona y burlona, le besa la cara con nerviosismo mientras le rasga la ropa para tocar todo su cuerpo con sus helados dedos. Desesperada grita, grita y grita hasta que el personaje, temiendo ser descubierto,...

María Walewska; la esposa polaca

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Nacida Maria Laczinska en Kiernozia (Polonia), el 7 de Diciembre de 1786. Su familia pertenecía a la nobleza polaca, por lo tanto disfrutó de una niñez desahogada y feliz junto a sus cinco hermanos. Todo cambió cuando el día 10 de octubre de 1794, los polacos se levantaron contra sus invasores rusos, en la batalla de Maciejowice. El padre de nuestra protagonista, Mateo Laczinski, terrateniente y alto funcionario, que además era conocido por su valerosidad, participaba en la contienda. Perdieron la lucha contra el Imperio ruso y Mateo resultó herido de gravedad, lo que le ocasionó la muerte. La situación no podía ser más penosa, Eva Laczinska, quedaba viuda con seis hijos y con graves dificultades económicas. Por suerte los Laczinski encontraron un preceptor francés, Nicolas Chopin, padre del que fue gran compositor y pianista Frédéric. Era un hombre de gran sensibilidad, que enseño a la joven Maria su idioma, pero poco le duraba a la familia la buena suerte, pues el buen hombre...